Moisés MOLINA*
En el mundo del derecho como en el de los deportes o la música, hay ídolos, caudillos, héroes y heroínas; especialmente en la academia.
Son esas y esos mujeres y hombres que de cuando en cuando irrumpen, disrumpen, nos presentan enfoques novedosos y hacen que la ciencia jurídica avance arrastrando tras de sí las leyes que a todos nos obligan.
Una pléyade importante de la heroicidad jurídica contemporánea proveniente de España, Italia, Chile, Perú y México se reunió esta semana que termina en la Ciudad de México.
Convocados por un gran activista académico del derecho, el profesor Juan Antonio García Amado de la Universidad de León, España se reunieron para disertar y debatir en torno a los principales temas del constitucionalismo y la argumentación jurídica, en relación con la interpretación constitucional, el garantismo y el debido proceso, el Razonamiento probatorio, la democracia y el control de convencionalidad.
Manuel Atienza, Pierluigi Chiassoni, Pedro Grández, Luigi Ferrajoli, Perfecto Andrés Ibáñez, Flavia Carbonell, Marina Gazcón, Carmen Vázquez, Jordi Ferrer, Jorge Cerdio, Carlo Ferrajoli, Roberto Gargarella, Fernando Atria, José Ramón Cossío, Sergio García Ramírez, Francisco Javier Díaz Revorio y Julieta Morales Sánchez, fueron quienes junto con García Amado dialogaron con un centenar de asistentes, entre los cuáles tuve el privilegio de estar.
Tenerlos a todos, prácticamente al mismo tiempo representó una sobrecarga que podría parecer antipedagógica.
Pero a estos seminarios no va uno a formarse, ni a aprender el abc del derecho. Aquí se va a abrir ventanas para explorar un mundo que en buena medida había estado escondido, oculto para todas y todos.
Y es que es natural suponer que México va siempre tarde a los adelantos de la ciencia; y el derecho es una ciencia.
A este tipo de encuentros va uno a actualizarse, a darse baños de mundo y a aprender empíricamente las técnicas discursivas de cada uno de los grandes maestros. No debemos olvidar que el Derecho es discurso, es lenguaje.
Cuando se bebe de la fuente, no aprende uno solo de las palabras, no se queda uno sólo con conceptos y enfoques; uno se deja envolver por la atmósfera, que la sola presencia de todos los ponentes crea.
Ahí estuvieron, casi todos los ponentes, los tres días que duró el encuentro. Como disertantes y como oyentes, dejándose abordar, dejándose fotografiar, firmando libros, dejándose querer.
La jurídica, como cualquier otra profesión, requiere además de vocación, motivación.
Y son este tipo de acontecimientos los que reavivan la llama y reencienden la mirada.
Las notas que uno toma son venas abiertas que corren y se bifurcan. Son una guía exploratoria por descubrir. Son un nuevo índice de materias y temas que se quedan de tarea.
Porque el abogado, desde que se está formando en la universidad (y sobre todo en la UABJO), es un autodidacta empedernido.
Hay quienes en aquellos tiempos no aprendimos todo lo que hubiéramos querido. Las limitaciones materiales y tecnológicas era muchas.
Hoy que lo tenemos todo al alcance de la mano, lo que hace falta es vida.
Si alguien pudiera pensar que este tipo de congresos sirve sólo para la foto en redes sociales, debe saber que detrás de cada foto hay una huella en el alma.
Una huella de compromiso, de vocación, de gratitud, de motivación y de generosidad.
Los juristas que además somos maestros universitarios estamos listos y deseosos de mostrarles a nuestros alumnos el mundo a través de esas ventanas.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca.
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