Cuando se habla sobre la desinformación es usual que se le trate como un problema que tiene alguna clase de solución o soluciones; sin embargo, resulta importante preguntarse en un principio ¿en realidad existe alguna solución a la desinformación y demás uso malicioso de la información? La respuesta es: no.
Y es que la desinformación (y otros usos maliciosos de la información, como el troleo) es una condición humana antes que un problema: Un problema se refiere a una dificultad que requiere una solución; mientras que una condición es una circunstancia, estado o situación inherente o existente, la cual puede influir en la aparición de problemas o afectar una situación en particular.
Entonces, al ser la desinformación una condición humana, ésta no tiene una solución, sino que sus potenciales problemáticos sólo pueden ser administrados y atenuados, la pregunta es ¿Cómo? Sobre todo, si se tiene en cuenta que no sólo influye la naturaleza humana en la desinformación, sino su contexto, ya que los entornos digitales y el capitalismo de datos han facilitado la conversión de la información y el enunciamiento de verdades en otra mercancía más.
El primer paso para luchar en contra de la desinformación es conocer más a fondo cómo funciona, cómo se promueve, quién la promociona y el porqué, con un énfasis especial a los intereses a los que pueda servir. Y es que la educación y el empoderamiento de las audiencias debe ser una labor primaria y fundamental en contra de la desinformación; de lo contrario, si se trata esta condición como un problema, se buscarán soluciones tajantes, milagrosas o tecnológicas, las cuales, usualmente, atacan a la propia libertad de expresión y establecen regímenes y prácticas de censura en contra de la población, algo que evidentemente no empodera a las audiencias y a la ciudadanía, sino al contrario.
En este contexto es importante tener en cuenta la influencia que aún ejerce el neoliberalismo, ya que resulta común que existan mediciones sobre apertura, transparencia, libertad de prensa y demás herramientas dirigidas a la revisión de capacidades informativas del Estado; mientras que, paralelamente, se promueven las bondades de un mercado de la información privatizado e hiper individualista, el cual, sobra decir, es bastante opaco, centralizado y al servicio de prioridades geopolíticas y financieras.
De lo anterior se deviene la pregunta ¿Cómo funciona la desinformación en México?
En México, al igual que en otros países, existe un ecosistema de información al servicio de ciertos intereses (usualmente políticos y económicos), el cual es preexistente al ecosistema digital; sin embargo, tras el arribo de internet, los celulares y las redes sociales, dicho ecosistema sufrió una transformación, la cual no cambió la correlación y el equilibrio de fuerzas y capacidades de poder político y económico entre las élites y la población, sino que aportó nuevas prácticas, herramientas, canales y participantes, a la vez que ha acortado las distancias y el tiempo de tránsito de la información; aunque la ecuación subyacente sigue siendo muy parecida: los poderes económico y político son los que determinan la imposición e interpretación de la información que la población recibe.
Además, los potentados de los ecosistemas digitales no son objetivos y neutrales, sino que también son poderes y actores políticos y económicos en sí mismos, los cuales tienen agendas e interés propios; por lo que por más abiertos a la participación que estén sus plataformas, existe una posibilidad de influencia subyacente, ya sea a través del diseño de los espacios digitales, el control de las relaciones y discursos entre la base de usuarios o el alcance que puedan tener el contenido y las personas sobre las audiencias digitales.
Y al contario de lo que ha sucedido en países como en Estados Unidos, en México el ecosistema de desinformación digital de la derecha está bastante enquistado con el sistema informativo tradicional de medios, al punto que las narrativas, personajes y fantasías del sistema de desinformación digital han saltado sin ningún problema al sistema de medios tradicionales; además, algunos personajes políticos han establecido estrechas relaciones con los actores de desinformación digital. Casos hay varios, entre los más reconocibles encontramos a Chumel Torres, Vampipe, y Sofía Dimitrova, una tríada que se ha beneficiado del puente entre ambos sistemas, al punto que su relevancia ha cobrado notoriedad política en sí misma.
Sin embargo, las relaciones entre ambos sistemas son bidireccionales, ya que actores políticos e informativos también han dado el salto al sistema de desinformación digital, ya sea por medio de la “trolificación” de sus miembros, la participación en grupos de desinformación o la creación de comunidades de desinformación y troleo. Entre estos casos podemos encontrar a personajes como Paola Migoya, Max Kaiser o Desirée Navarro, los cuales han revitalizado sus carreras gracias a su adición al ecosistema de desinformación digital y sus prácticas, sobre todo en la red social X (antes Twitter).
También existen actores intermediarios que sirven como puente entre el sistema informativo y el sistema de desinformación digital, tal es el caso de publicistas, profesionales de las relaciones públicas, profesionales de la comunicación, personajes de la “sociedad civil”, entre otros. Como ejemplo está el caso de Gabriela Warketin, la cual creó una agencia de publicidad (Tridente Acelera) que estaba diseñada para la adecuación de los actores tradicionales en entornos digitales, con un énfasis especial en la ambigüedad como carácter distintivo. Otro caso bastante representativo es el de Gildo Garza, un periodista, abogado y activista que está detrás de varios grupos del ecosistema de desinformación de X/Twitter, el cual ha trabajado arduamente para mancomunar ambos sistemas con el fin de ser útil a los intereses y objetivos de la clase política y económica de la derecha.
Entre las distintas estrategias que ocupa el ecosistema de desinformación digital es posible rastrear: El uso deliberado de discurso ofensivo, la intención de crear un impacto emocional en sus objetivos, el uso de información falsa o descontextualizada y un fuerte uso de la ambigüedad como estrategia.
Asimismo, los grupos y actores de desinformación digital suelen llevar a cabo tácticas como la organización de brigadas, usualmente denominadas colectivos, las cuales se caracterizan por el uso de hashtags. Estas brigadas son grupos ágiles de personas y bots, que funcionan en red y se organizan por medio de herramientas y espacios digitales, así como las reuniones en manifestaciones.
Dichos grupos pueden estar comandados por personajes como activistas, troles de profesión, personajes de comunicación y hasta gente de la política; sin embargo, la actividad de troles anónimos y de profesión suele ser más intensa, evidente y constante.
En conclusión, una de las características del ecosistema de desinformación de la derecha en México es su coordinación y simbiosis con el sistema de medios tradicionales, a diferencia de países como Estados Unidos o algunos de Europa, en donde hace poco tiempo, la derecha más radical era “outsider” al sistema de medios, lo que les hizo a sus miembros desarrollar y copiar prácticas como las ya mencionadas para ganar notoriedad en el ecosistema informativo; mientras que en México, las voces de la derecha, y algunas de ultra derecha, tienen bastante cabida en los medios corporativos, ya que los miembros de ambas clases tienen intereses y relaciones en común.
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